Maestra Cavallero, la calle doble mano menos transitada de la ciudad

El pintoresco pasaje ubicado en 17 de Mayo al 600 es tan angosto que pasa casi desapercibido para los automovilistas. Los vecinos destacan las bondades de una cuadra tan tranquila.

 

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191 aniversario de Bahía Blanca

Por Federico Moreno / fmoreno@lanueva.com

   No es un callejón sin salida. Tampoco mide 15 metros como Holdich entre Líbano y Artigas. Maestra Estela Cavallero al 2.100 es una cuadra de 100 metros como tantas otras, pero pese a ser doble mano, probablemente sea una de las menos transitadas de la ciudad.

   Se trata de una de las seis calles internas del barrio Cooperación 1, delimitado por Terrada, 17 de Mayo, 9 de Julio y Enrique Julio y construido a principios de la década del 90. 

   En su angostura ni siquiera se asemeja a las calles del casco antiguo de Bella Vista, las que por el solo hecho de contar con asfalto y vereda de ambos lados, se parecen más a la avenida Alem que a Maestra Cavallero.

   “Nosotros vivimos acá desde hace 23 años, cuando se construyó el barrio. En un principio nos iban a dar casitas dúplex, después como pasa con todo, se cambió sobre la marcha y terminamos viviendo en casas enfrentadas. Automáticamente se llenaron todas las casas, muchas de las cuales siguen habitadas por sus primeros dueños”, recordó Graciela Garnica, vecina de la cuadra.

   Lo llamativo para quien transita por 17 de Mayo al 500 y al 600, es que si no presta especial atención, las calles internas por las que está totalmente permitido pasar en auto pasan desapercibidas.

   “La verdad es que por acá no pasa casi nadie, solo la gente de la cuadra y alguno que otro de Enrique Julio para allá que corta camino para ir al paseo. Nos conocemos todos”, aseguró Graciela.

   Soledad vive en la cuadra hace 15 años y lo primero que responde al ser consultada por la misma es que “yo de acá no me mudo ni loca”. “Es hermoso y muy seguro, si bien estamos cerca y nos conocemos todos, nadie se mete en la vida de nadie”, opinó.

   Como cualquier barrio o cuadra de la ciudad, Cavallero al 2.100, con sus árboles, bancos de plaza, gatos, perros y vista al camino de cintura, no está exento de los hechos delictivos. 

   “En tantos años algún que otro robo hubo, pero en general es muy tranquilo y nos cuidamos entre todos. Hace unos años mi marido vio que muy tarde había un hombre con actitud sospechosa golpeando la puerta en la casa de unas chicas que estaban solas, llamó a la policía y vinieron enseguida”, añadió la profesora de inglés.

   “Ahora ya no tanto porque los chicos del barrio fueron creciendo, pero hace unos años estaban todo el día jugando y andando en bici por acá. Cuando pasa alguien que no es de la cuadra o algún vecino es nuevo nos damos cuenta porque pasa muy rápido con el auto. Si bien es una calle abierta, tiene sus propios códigos de convivencia, como por ejemplo cuando nos ponemos de acuerdo para limpiar las rejillas de la calle”, comentó.

   Según cuentan Soledad y Graciela, si bien la intimidad del barrio no llega al punto de ser como “la vecindad del Chavo”, si a alguien le falta azúcar, yerba o hasta una Buscapina, no duda en pedirle al vecino.

   “Hace unos cuantos años, cuando recién nos casamos y la calle todavía no tenía nombre, pedíamos siempre comida a domicilio y se nos terminaba el crédito de la tarjeta de teléfono explicando cuál era nuestra calle y nuestra casa”, recuerda Soledad entre risas.

¿Quién fue?

   Estela Cavallero, fallecida en mayo de 2006, fue una maestra que tuvo un rol fundamental en los programas de alfabetización de adultos carenciados realizados en Bahía Blanca. Cursó sus estudios primarios y secundarios en el colegio María Auxiliadora, instituto del que egresó con el título de magisterio y donde fortaleció su fe religiosa.

   Luego de décadas de ardua labor en la docencia en las escuelas N°22 y N°7 (también abocada a la tarea de inspección en jefatura de primaria y de artística), en 1990 fue convocada por el entonces indentente Juan Carlos Cabirón para liderar la instrumentación del Plan Nacional de Alfabetización, tarea que cumplió hasta su muerte. En sus 16 años de gestión, los centros aumentaron de 3 a 20, y una de sus recordadas frases sobre la educación decía: “Alfabetizar es enseñar a defenderse. Ojalá hayamos servido para eso".