¿Hacia dónde va Bahía Blanca?

Más allá de los programas y perfiles de los distintos gobiernos de turno, existe ciertos indicios  capaces de vislumbrar el camino que recorrerá Bahía Blanca rumbo a su bicentenario.

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191 aniversario de Bahía Blanca

Adrián Luciani / aluciani@lanueva.com

   A falta de un plan estratégico consensuado entre sus principales actores y la ausencia de directrices esenciales, la ciudad va mutando, lenta e imperceptiblemente por obra de factores propios y ajenos.

   Está claro que Bahía Blanca no pudo o no supo estar a la altura de lo que ella  imaginó para sí misma a comienzos del siglo pasado, cuando pareció estar llamada a ser la capital de una nueva provincia o la “Liverpool del Sur”.

 ¿Exceso de optimismo? Quizás. Lo cierto es que poco a poco sus aires de grandeza y muchas de las expectativas creadas se fueron desdibujando como sucedió con la provincia y el país.

   En medio de una permanente decadencia nacional y de un constante paso hacia atrás,  aprovechó lo mejor que pudo su ubicación estratégica y su condición de nodo energético para desarrollar el puerto, la industria y el comercio, al mismo tiempo que luchó un combate desigual por mantener la riqueza de su sistema educativo y cultural.

   Hoy son varios los elementos que permiten esbozar, con escaso margen de error hacia dónde se encamina Bahía Blanca, con objetivos de máxima y de mínima.

   Luego de un debate que duró largas décadas, y pese a la angustiante situación de las pymes, hoy aparece mucho más consolidado su perfil industrial.

   Los más optimistas aseguran que tarde o temprano el gas de Vaca Muerta permitirá la duplicación del Polo Petroquímico y ya hay algunos pasos en tal sentido, por caso el plan de Profertil para instalar una nueva planta en Cangrejales y los eternos estudios de Dow para una mega inversión.

   Pero la clave de todo este posible crecimiento seguirá girando en torno a la instalación de industrias más pequeñas destinadas a procesar lo que llegue del sur.

   La revolución del gas parece ser ahora, sumado a la energía eólica, uno de los caballitos de batalla para explicar hacia dónde irá Bahía Blanca, sobre todo por las posibilidades que posee el puerto local de exportar en forma de GNL el fluido de Vaca Muerta.

   Sin embargo, el gran condicionante del crecimiento sigue siendo, como lo fue desde la fundación misma de la ciudad, la provisión de agua.

   Por más que el dique Paso de las Piedras esté lleno, el cuello de botella persiste y ABSA no otorga factibilidad para nuevos emprendimientos urbanos e industriales por imposibilidad de abastecimiento.

   Sepultado el proyecto del río Colorado se torna urgente ahora incrementar la capacidad de transporte de agua desde el embalse, así como también el aumento de la capacidad de potabilización.

Cambios en el comercio

   Muy diferente es el panorama del comercio, cercado por el  auge de las ventas on line y  el aluvión de showrooms. Esto, lenta e imperceptiblemente, comienza a sentar las bases de una profunda reformulación cuyos límites nadie conoce.

   Hace mucho tiempo que fue sepultado el rol local como cabecera desde y hacia la Patagonia, aunque la influencia de las universidades locales y la capacidad de la mano obra local continúan posicionando a Bahía como un centro de servicios de primer nivel a escala nacional.

   De todas formas deberá cambiar muchísimo el panorama económico para que Bahía Blanca deje de exportar profesionales a otras provincias y países, mientras que las asimetrías sociales y el aumento de la pobreza hacen que el objetivo de una ciudad más inclusiva aparezca lejano.

   En el plano urbanístico nada hace sospechar que se atenúe la marcada diferenciación que existe entre el norte y el sur. El primero continuará alojando a los sectores con mayor capacidad económica y el segundo concentrará a los más carenciados, sin que las tierras ociosas del ferrocarril   puedan dar lugar a las mejoras urbanísticas anheladas durante décadas.

   Incluso nada hace prever que en los próximos años pueda revertirse la desigualdad existente en cuanto a la distribución de espacios verdes, hoy ubicados preferentemente en el sector norte y noreste.

   En este escenario es muy difícil que para su bicentenario, en 2028,  haya logrado revertir el déficit de su arbolado público y mucho menos que se acerque a las cifras recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta entidad fija un mínimo de 10 m2 por habitante y Bahía Blanca apenas llega a 3,49 m2.

Más concentrada

   En el plano urbanístico todo parece indicar que la ciudad no seguirá expandiéndose. Por el contrario, la tendencia será ir completando espacios ociosos para evitar un desarrollo espacial que encarece los servicios y el mantenimiento.

  También en el plano urbanístico puede esperarse la consolidación comercial de la avenida Alem y de varios centros suburbanos, así como una nueva etapa de semipeatonalización, sobre todo en calles Donado y O´Higgins.

   Sobre la trama vial es de esperar que en los próximos años finalicen las dos autopistas en marcha (ruta 33 y Sesquicentenario – El Cholo) mientras que hoy por hoy continúa en el plano de las utopías una obra emblemática como la red de accesos portuarios y la unión de la 3 Norte y 3 Sur.

   Se trata de un proyecto faraónico que la actual administración nacional se ocupó de reflotar, aunque el riesgo país y la crisis parecen haberlo condenado a ser, nuevamente, una simple y ostentosa maqueta.

   Más modestos, pero no por eso mucho más fáciles de realizar, son los proyectos destinados a completar el anillo de circunvalación sobre el Napostá, la autopista a Dorrego, el ensanche de 14 de Julio y Rafael Obligado.

    Donde sí podría haber novedades positivas es en la unión de Bahía y White mediante la autovía de Dasso, un proyecto que licitarán próximamente la Municipalidad y el Puerto y que contribuirá a acercar la ciudad al mar.

   En tal sentido pueden esperarse también buenas noticias, aunque no se sabe cuándo, sobre la recuperación de El Castillo whitense y la construcción de un muelle de uso comunitario.

Trenes, pero de carga

   En materia ferroviaria las novedades parecen centradas en los trenes de carga, aunque aún resta muchísimo para que la reformulación de ramales que permita un crecimiento armónico de la ciudad llegue a ser una realidad.

   Para los trenes de pasajeros, independientemente del gobierno de turno, el panorama no resulta muy alentador por cuanto la renovación de vías insumirá recursos imposibles de costear, aunque sí podrían recuperarse varios servicios zonales.

   También en materia de transporte público la realidad impone una revisión de recorridos y adecuación del servicio de ómnibus con el fin de no continuar trasladando a los usuarios el aumento  de costos y, por ende, recuperar pasajeros.

  Otro aspecto vital para la Bahía Blanca que viene es el medioambiental. Una obra clave se inaugurará el mes próximo con la puesta en marcha de la depuradora cloacal Primera Cuenca, sin embargo en esta etapa se incluyeron las fases iniciales de tratamiento.

   Para que la ciudad elimine completamente la carga contaminante que vuelca al estuario habrá que completar las etapas restantes. En este esquema resulta vital el aporte económico de las empresas del polo, a las cuales luego ABSA les retribuiría con agua tratada y lista para uso industrial.

   Aún en el debe figura la necesidad de profundizar los controles medioambientales, especialmente sobre la calidad del aire, con el fin de esclarecer duras o derribar mitos en la población. 

   Como asignatura pendiente sigue y seguirá la inseguridad, hoy por hoy, la máxima preocupación del vecino. Debería cambiar no sólo la ciudad, sino el país entero, para que este flagelo desaparezca.