Y tratamos de sacarles el casete

   Leonardo Valente llegó 8 minutos retrasado por una fuerte alergia: sus pañuelitos de Mickey Mouse no lo dejaron mentir. En el sector del Cholo destacó el ingenio del hombre que se hace unos pesos vendiendo foquitos para los que no pasan la VTV por fallas en la luces de los autos.

   En la tercera parada le costó subir a la camioneta y anticipó que cuando le hiciéramos la nota a Susbielles, el exbasquetbolista no iba a entrar.

   Llegando a la UNS pidió una calle para nuestro Nobel César Milstein y admitió su obsesión a los cubanitos: propuso una Fiesta Nacional del Cubanito y se ofreció como jurado (sea o no intendente) .

   Néstor Conte se atrasó 5 minutos y ni bien subió a la camioneta le dijo “no” al mate porque ya había almorzado y después de comer se le lava el estómago. Fue uno de los más sueltos: bromeó con cómo poner sus brazos (por si La Nueva. analizaba su lenguaje corporal), confesó su miedo a la oscuridad y preguntó si el emoji es “el dibujito” .

   A mitad de camino contó que los domingos se pone bonito y se perfuma para ver películas en el cine de Chiclana. También reconoció que anda más en bici que en cole y que hizo el servicio militar en el 75.

   Luis Alberto José llegó 15 minutos antes con una agenda que en la tapa dice “organizador para el docente”. Contó que sufre su apellido desde la primaria (ni su maestra entendió el primer día que José no era su nombre) y que no le gustan las fotos ni los videos (aunque aceptó someterse al “secuestro” de La Nueva.).

   Es pastor. Pero antes de pastor fue ateo . Hoy predica y administra varias iglesias evangélicas: su llavero con 15 llaves da cuenta de eso.

   Durante el viaje se mostró sincero: confesó que de los tres accidentes que tuvo con su auto uno fue por culpa de él; iba muy rápido.

   Y hasta tuvo tiempo para charlar con un pony: “¿Para qué te pegás a la camioneta si yo sé que te vas a correr? Te vas a terminar corriendo, ¿viste?”.

   

   A Federico Susbielles se le rompió el reloj: llegó casi 50 minutos tarde y usó su celular unas cuadras. Para Valente que lo mira por La Nueva., entró en la camioneta. Es más, le sobraron unos centímetros.

   Fue el único candidato escoltado. Tres personas de su equipo de campaña lo siguieron en un auto durante el recorrido. Y también lo asistieron: después de la primera parada, lo llevaron al auto para que se peine y se ponga fijador (en tu cara Brad Pitt).

   A mitad de viaje mostró su lado solidario. Uno de los camarógrafos contó que tenía frío y no dudó en ofrecerle una campera de su equipo. También alentó . a un joven que pasó en bici y lo saludó a los gritos.

   Se puso algo nervioso con el resultado de La Ciudad Opina que ese día le había dado muy a favor a Gay en el centro (tranqui, che, que al final quedaron cerquita). Y a lo último recurrió a su estrategia de la impuntualidad: pidió que lo dejemos en el cumple de su hija menor, al que llegó dos horas tarde. El equipo de lanueva.com pide encarecidamente que lo disculpen: estaba secuestrado (?)

   Héctor Gay tuvo una agenda tan apretada que fuimos a secuestrarlo a la Municipalidad y se hizo esperar 15 minutos. Le costó despegarse de su cargo: en el trayecto hacia la primera parada no paró de contestar mensajes e enviar audios por WhatsApp.

   No se puso el cinturón de seguridad en ningún momento del viaje y saludó a cuantos pudo en el Parque Boronat: a veces con un dedo hacia arriba; otras con un “qué tal”.

   Cuando le hicieron la V de la victoria no se inquietó. Tampoco lo tomó como una falta de respeto. Entendió que no todos piensan igual y que es parte del juego.

   El intendente también aprovechó el viaje para rememorar viejos tiempos: compartió la anécdota del “Arroz con leche” que cantó en la India cuando le pidieron un tema argentino (¡qué cultura musical!).

   Contó que tiene tres hijos en el exterior y si bien reconoció que la tecnología posibilita el contacto, por momentos lo sufre: aún no pudo conocer a su primer nieto que nació hace un mes y medio.

   Sobre el final pudimos comprobar que aún lleva el periodismo en la sangre (o al menos en su campera de hilo): al bajar de la camioneta se olvidó de sacarse el micrófono y le pegó el tirón (cuide nuestros recursos, señor intendente) .